miércoles, 30 de abril de 2008

Tecnología y libertad en las sociedades actuales

Resulta increíble pensar que hoy en día nuestras vidas giran en torno a las nuevas tecnologías: a estar pendientes acerca de aquellos dispositivos de último modelo o simplemente el sentirse perdidos u abandonados del resto del mundo por estar separados de nuestros celulares o Internet. Sin embargo, resulta más sorprendente cómo de una Sociedad Tradicional planteada por Raffaele Simone, se llega a una Sociedad de la Información, término desarrollado por Manuel Castells, tan alejada y diferente de la anterior.
La Sociedad Tradicional, también llamada Sociedad de la Conversación se desarrolló desde los orígenes de la civilización hasta mediados del Siglo XX. Los conocimientos eran precarios y frágiles ya que eran almacenados en la memoria individual y colectiva. Según Raffaele Simone (2001) existía la división entre conocimientos evolucionados-sólo accesible para aquellos alfabetizados- y prácticos-distribuidos de manera oral y observando las técnicas-, por lo que su circulación los convertía en secundarios. Ambos conocimientos se adquirían de forma inmediata y no requerían conocimientos previos o software, una de las muchas diferencias de esta sociedad en comparación con nuestra sociedad actual, que representa la evolución de las tecnologías y un gran aumento en la cantidad del conocimiento.
La Sociedad de la Información, como la presenta Manuel Castells (2006), está formada por mentes que están al frente de la comunicación y de las tecnologías, y en la cual la Red de Redes (Internet) es esencial en nuestra realidad diaria.
A pesar de su gran peso e importancia, parece inaudita y extraña su escasa participación en la educación. Los dos autores previamente citados coinciden en que la escuela es una institución sumamente conservadora; esto se debe a que los conocimientos no son actualizados y estos evolucionan constante y rápidamente. Por lo tanto se hace necesaria una reforma educativa, como indica Manuel Castells (2006), la cual significaría la extensión del conocimiento, y a su vez que más gente tuviese la posibilidad de acceso a Internet como fuente de información.
Las fuentes que se pueden encontrar en ella son innumerables al igual que la cantidad de conocimientos que circulan y los lugares físicos donde se los puede consultar. Es muy complicado llevar un registro de los conocimientos que se encuentran en Internet, por ejemplo, y por lo tanto es también difícil controlar los derechos de propiedad intelectual. Hoy en día existen diferentes reglamentaciones y leyes que se centran en el respeto de los derechos de autor, y usos restringidos, pero cada uno de nosotros puede hacer un uso personal de la información que es libre de ser utilizada.
La libertad es la palabra clave ya que es la que nos permite expresarnos, desenvolvernos y comunicarnos dentro de nuestra sociedad actual. Sin embargo, muchas veces ésta se ve limitada por los Estados: ellos intentan controlar y domesticar diversos medios de comunicación, ya sea adueñándose de emisoras de radio y televisión, o a través de la regulación y vigilancia que se lleva a cabo. Un claro ejemplo es el del canal de televisión venezolana RCTV, que luego de 53 años en el aire, fue reemplazada por el canal público TVes por el presidente Hugo Chávez, por considerarla como “golpista” por atentar contra su gobierno.Los intereses económicos en los espacios publicitarios y la presión y el control político, coartan la libertad de los usuarios e intentan frenar la digitalización de los medios, puesto que la comunicación digital vulnera el control político de la misma. La encriptación ha sido propuesta como método para lograr la seguridad en la Red, pero los gobiernos se han encargado de rechazar la opción y de hacer lo posible para que ésta no se lleve a cabo. En definitiva, no hay garantía de que cada individuo tenga libertad total y que permanezca al margen del control en la comunicación, por ende, queda dentro de cada uno de nosotros demandar y hacer valer nuestros derechos a la libertad y privacidad.


Ma. Guadalupe Gabancho.

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